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Viernes Bizarro… Pongámonos ofensivos

27 de Feb de 2015 | Viernes Bizarro | 1 comentario

En Oh My Word! tenemos guardado un cajón bizarro que acoge un gran catálogo de anuncios que, con una despreocupación que raya lo demencial, ofenden a diferentes colectivos sin despeinarse. Y si bien es cierto que muchos de ellos son de nuestro tiempo, con lo que excusarlos es más difícil, hoy centraremos nuestro Viernes Bizarro en dos anuncios antiguos que ofenden a dos grupos bastante denostados a lo largo de la historia. Esta es solo una pequeña pincelada de todo lo que tenemos para ofreceros. Muy atentos.

¿Es siempre ilegal matar a una mujer?

«Calla cucurucho que no te escucho»

[blockquote type=»type-2″ align=»align-left» sc_id=»sc1423215462209″]¿Es siempre ilegal matar a una mujer?

Pitney-Bowes Medidor de Franqueo[/blockquote]

Ah, ¡la gran publicidad machista! A nadie se le escapará que la historia publicitaria está plagada de anuncios que degradan a la mujer de una u otra forma. Esto llega hasta el extremo de que podríamos hacer el Viernes Bizarro de Oh My Word! única y exclusivamente con anuncios machistas (pero nos gusta variar). La temática para degradar a la mujer es de lo más diversa: su papel de chacha en el hogar, sus limitadas capacidades físicas e intelectuales, su faceta de objeto sexual, etc.

Hoy, sin embargo, hemos decidido arrancar con un anuncio que va un paso más allá y se cuestiona la legalidad de asesinar mujeres (que claramente sacan a los hombres de quicio con su ineptitud -oh, ironía-). El anuncio no se corta y nos explica con una larga parrafada el porqué de la pregunta. Probablemente los anunciantes esperaban que, con el empleo de tanto texto, cualquier mujer renunciase a leerlo. Pero nosotras somos unas temerarias y aquí está el resumen:

El anuncio relata la historia de un pobre hombre que durante seis meses luchó por conseguir un medidor de franqueo automático para su oficina. Cuando por fin conquistó su hazaña, se encontró con que una inepta empleada pelirroja (por lo menos no era rubia) se negaba a utilizarlo alegando su incapacidad para el manejo de máquinas (como si le estuviesen pidiendo que pilotase un caza -esto último es literal-). El hombre, paciente como pocos, relató a la empleada las virtudes de la nueva máquina, detallando todas las facilidades que aportaría al trabajo diario. Cómo no, doña cabezona no claudicó. 

El paciente hombre optó entonces por el empleo de la diplomacia (un noble gesto teniendo en cuenta que, llegados a este punto, ya le podría haber mangado un buen sopapo a la muchacha). Ofreció a la pelirroja probar la máquina durante dos semanas y, si no quedaba satisfecha, la devolverían a la fábrica (cabe señalar que estamos ante un hombre paciente y osado, poniendo tal responsabilidad en manos de una mujer). Doña pelirroja aceptó con remilgos, pero aceptó. 

Dos semanas después, para asombro y disgusto de Don Paciente, la eficiente máquina de franqueo había sido customizada con un gran lazo rosa, cortesía de la pelirroja. Pero ella estaba satisfecha. La máquina, además de bonita (gracias al lazo), era muy eficiente. ¡Tanto que la pelirroja podía terminar antes de enviar el correo y llegar a tiempo al cuarto de chicas para ponerse al día de los cotilleos! Es, en este punto, cuando Don Paciente se preguntó si era siempre ilegal matar a una mujer…

Después de haber invertido nuestro tiempo y esfuerzos en leer el anuncio, las chicas de Oh My Word! estamos maravilladas. Es increíble cómo el narrador logra, con un relato relativamente corto, hacer un retrato tan fiel de la mujer: testaruda, tecnológicamente inepta, poco habilidosa, irracional, superficial, cotilla y desesperante. Enhorabuena Pitney-Bowes. Un saludo de parte del correo electrónico que llevó al tacho vuestro negocio.

Jabon racista

«Biatch, en el futuro vivirás en un solarium para ser como yo»

[blockquote type=»type-2″ align=»align-left» sc_id=»sc1423217718453″]¿Por qué tu mamá no te lava con Jabón Fairy?[/blockquote]

Tras una buena ración de machismo, lo suyo es seguir con racismo del clásico. El caso de los jabones Fairy (hemos indagado un poco en el origen del lavavajillas y es posible que provenga de la compra de la compra de esta empresa…), el racismo se emplea con sutileza, humor y saber estar. Porque claro, que una niña llame a otra veladamente negra mugrienta (entendiéndose por mugriento el color de su piel), no tiene ninguna importancia. ¡Son niñerías! Peero, ya el tema de que pongas a la negra con  ojos de loca iracunda, sin calcetines, sin zapatos y con un vestido hecho trizas (como si acabase de revolcarse por el suelo para darle a la rubia la paliza que se merece), es indudablemente cosa del anunciante.

La jugada es buena, lo reconocemos. Casi consiguen colarnos como inocencia infantil un anuncio racista hasta la médula. Por suerte, las chicas de Oh My Word!, tan superficiales en otros momentos, hemos conseguido rascar un poco y dar con el fondo del asunto. Reconocemos que nuestro éxito se debe a que no nos han envuelto el anuncio con lazo rosa, una artimaña que nos distraería totalmente.

Presentados los dos anuncios, este Viernes Bizarro queda listo para sentencia. Esperamos vuestros comentarios para conocer el mejor anuncio ofensivo.